domingo, 24 de julio de 2011

Del 8vo Festival Mundial de Poesía y otras cositas

El 18 de junio del 2011 irrumpimos en el Cierre del 8vo Festival Mundial de Poesía, megáfono en mano. Nos apoyó la poeta Nicaragüense Vidaluz Meneses, (y otros cómplices) quien respaldó nuestro manifiesto 'en un acto de pura fe' y llegó al escenario con nosotras. Íbamos, cual guerrilla, armadas con nuestra arma de siempre: "La palabra es un arma". Participamos cuatro mujeres, cuatro escritoras: Caneo Arguinzones, Mariajosé Escobar, Aryam Ladera y Andrea Betancourt. La poesía tiene rostro de mujer. Entramos sin permiso y tomamos un espacio. Leímos nuestro manifiesto, en medio de aplausos y caras atónitas. Nuestra crítica es constructiva, porque en revolución la crítica es siempre necesaria y nutritiva. No estamos en contra del Festival Mundial, nos sentimos orgullosas de él, pero pensamos que cada día puede mejorarse. Nos asumimos como poetariado, y continuamos una lucha por nuestras reivindicaciones como clase de poetas explotada.

Aqui el Manifiesto:

Somos poetas, tejedores de la memoria en palabras
Somos lucha, resistencia
Estamos en todas partes y salimos de cualquier verja
Vestimos de todos los colores, nuestra lengua no es una sola
Somos esa fulana que camina despacio, ese zutano que rezonga en el metro, esa mengana con las manos siempre llenas
Somos todos y todas, somos poetas
Somos reales y tangibles
Nos asumimos pertenecientes a una clase de poetas, el poetariado, que no es más que una clase explotada, como cualquier otra, que no tiene más que vender que su fuerza de verso y voluntad creadora, bebidas por instituciones que nos utilizan.
CONSIDERANDO:
Que el Festival Mundial de Poesía es un espacio ganado por la Revolución Bolivariana, de la que somos hijas e hijos y fieles defensoras y defensores. Este pequeño acto guerrillero no quiere ser más que una crítica constructiva: el hombre y la mujer de las “cosas más sencillas” no se encuentra en los grandes teatros, el hombre y la mujer del pueblo, la clase obrera, marginada de todo, hasta de la belleza de la palabra, aún no accede del todo a estos espacios.
Entonces, la palabra tiene que ir hasta donde están ellos, subir las escaleras, subir a formarse, a influir y a ser influida por la materia viviente, por la vida que late, lejos de las tarimas y los micrófonos.
Llevamos un año desandando calles, escaleras, plazas. Un año pintando murales, dictando talleres, en recitales a micrófono abierto en las comunidades, donde hay un genuino diálogo de saberes.
Llevamos también un año, pensando y repensando la mejor manera de hacer llegar este mensaje.
La poesía es una granada, portadora de explosiones subjetivas, que debe estar enfilada al logro de la superación de la condición humana a su condición más elevada: la revolucionaria.
La poesía debe herir, herir y dejar la llaga descubierta, meter su filo en el cuerpo de toda clase de dominación, venga esta de donde venga.
La palabra es un arma, un arma poderosa que puede servirnos para operar un cambio en las conciencias adormecidas por la sociedad de consumo, por la mercantilización del arte y hasta del ser humano mismo.
¡Trabajamos!
Muchas veces doble y triple jornada, porque a pesar de que tomamos la poesía como trabajo de transformación cotidiana, no ganamos con ella más que la satisfacción de contribuir, día tras día, desde nuestra propia trinchera, con la construcción de una nueva sociedad.
Somos poetas, este es nuestro oficio.
Renegamos de aquel que asume la poesía desde una perspectiva individualista y academicista. Del que asume la poesía como escudo en el cual sublevar sus miserias particulares. Del que cree que nuestra misión de vida es andar de tarima en tarima y de taguara en taguara. Del coleccionista de premios y publicaciones, alabanzas y condecoraciones.
La poesía es la vida y como tal debe ser sentida. Hay que vivirla desde todas las aristas: el dolor y la alegría, el amor y el odio, lo cotidiano y lo extraordinario. Desde lo que venga pero hay que sentirla
¡Hay que sentir!
Porque desde el claustro, dejamos de sabernos y saber del otro y la otra. Y sabernos también en el otro y en la otra. Y en el viento, y en el caos de la ciudad y en el perro que pasa y se rasca en mitad de la calle.
Cerrados a la vida, dejamos de ser sinceros, entonces ya no podemos siquiera pensarnos poetas. Quizás, siendo un poco más extremistas, ya no podemos si quiera pensarnos.
Formulamos y estamos dispuestos a trabajar junto con la institución que nos brinde la oportunidad en un Festival de Poesía Itinerante, descentralizado de verdad. Un Festival de Poesía en las calles, en lo más profundo de nuestros barrios, en las playas, junto a los pescadores, en el campo, con los campesinos, con los trabajadores todos y todas.
Pedimos también que se nos reconozca como poetariado, y se nos hagan reivindicaciones justas y necesarias como las siguientes:
El poeta crea, pero no puede almorzar comida de su propia invención
El poeta escribe, pero no puede pasar a mano dos mil ejemplares
El poeta vive, pero no puede escribir un poema sobre una casa y vivir dentro de él
Él y la poeta, sobre todo, y el artista en general, no puede seguir siendo, en nuestra revolución una, un sujeto explotado.

L@S FULAN@S ES@S
18 de Junio de 2011

Aqui el articulo que salio en el CiudadCCs: http://www.ciudadccs.info/?p=183472